Barack Obama, en México, comparte el pan y buenos deseos
Karina Moreno Rojas
- Migración, tráfico de armas, narcotráfico, libre comercio y cese al embargo cubano: temas a discutidos en la visita.
- A pesar de haber 12.7 millones de migrantes mexicanos en EE.UU., no se estableció un compromiso.
- Van 5 300 muertos en México por la guerra contra el narcotráfico.
- Si Cuba camina hacia su liberación, mejorarán las relaciones con EE.UU.
- Fueron utilizados durante la visita de Obama: 6 mil efectivos de seguridad mexicanos.
La visita de Barack Obama a México el pasado jueves 16 de abril giró en torno a ciertos temas de gran relevancia política y económica para el país y Estados Unidos: la migración, el tráfico de armas, el narcotráfico, el libre comercio, y como tema internacional o externo, el cese al embargo económico cubano.
Tanto Felipe Calderón, presidente de México, como el mandatario estadounidense, Barack Obama, se pronunciaron a favor de la cooperación mutua, del apoyo físico y político en la lucha contra el crimen, y con el firme propósito de seguir adelante en la lucha por tener países mejores, como “buenos vecinos”, en palabras del mandatario de la Casa Blanca, que comparten valores, intereses, desafíos e ideales.
Tal como diría el presidente Calderón: “¡yes, we can!”, única frase en inglés que utilizó e hizo remembranza de la campaña electoral de Obama aludiendo al compromiso de responsabilidad compartida en la batalla contra la delincuencia. Al mismo tiempo, festejó que ambas naciones se desenvuelvan como países “unidos por anhelos y valores”. Acto seguido ofreció a la población mexicana como amiga, socia, vecina y aliada del país norteamericano.
El presidente de los Estados Unidos llegó a México el jueves 16 a las 12:30 horas acompañado de nueve funcionarios, entre ellos: Jim Jones, consejero de Seguridad Nacional; Steven Chu, secretario de Energía; Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior; Larry Summer, director del Consejo Nacional de Economía; John Brenan, asistente del presidente en Asuntos de Estados Unidos; Jim Messina, subjefe de la Oficina de la Presidencia; Daniel Restrepo, asistente para el Hemisferio Occidental; Jeffrey Davidow, ex embajador en México y director para la Cumbre de las Américas, y Leslie Basset, encargada de negocios de la embajada. Fue recibido en el Hangar Presidencial por el embajador de México en su país, Arturo Sarukhán.
Es pertinente resaltar la ausencia de un embajador de la Casa Blanca en México, situación que ocurrió por primera vez, pues aunque se rumora que será Carlos Pascual, su nombramiento no ha sido ratificado ante el Senado estadounidense. De igual forma, llamó la atención la inasistencia de la esposa del presidente Obama, Michelle, y de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
A su llegada, fue trasladado en helicóptero a Campo Marte en donde abordó una camioneta que lo llevó a Los Pinos, ahí fue recibido con una ceremonia oficial, encabezada por el presidente de México, en la explanada Francisco I. Madero. Posteriormente, ambos mandatarios tuvieron una reunión privada y al término, 15:45 horas, dieron una conferencia de medios en el salón Adolfo López Mateos de la residencia de Los Pinos. Cabe decir, que ya se había dado una conferencia con anterioridad, ésta durante el viaje de Washington hacia México en el avión presidencial, fue ofrecida por Robert Gibss, vocero de la Casa Blanca.
Luego, Obama fue dirigido al hotel Presidente Intercontinental (en donde se hospedó esa noche) para descansar y tener un ajuste de tiempos. De ahí, fue llevado al Museo de Antropología, en donde se ofreció una cena en su honor, a la que arribó a las 19 horas con 50 minutos; 20 minutos antes el presidente Calderón ya le esperaba.
En medio de música jarocha y con la asistencia de 120 personas (10 por mesa), entre ellas los presidentes de la Suprema Corte y de ambas cámaras del congreso, empresarios, líderes parlamentarios, dirigentes sindicales, gobernadores de estados fronterizos y con mayor número de emigración y los ocho presidentes de partido.
Por ello, figuraron personalidades como: Germán Martínez, presidente del Partido Acción Nacional (PAN); Beatriz Paredes, presidenta del Partido Revolucionario Institucional (PRI); el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto; la gobernadora de Zacatecas, Amalia Hernández; el escritor Gabriel García Márquez; el premio Nobel Mario Molina; el empresario Carlos Slim; la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, por mencionar algunos.
Disfrutaron de camarones en pico de gallo, filete en salsa molcajeteada, calabacitas rellenas y de postre barrilitos de higo en salsa de zapote. En la mesa principal se encontraban acompañando a los presidentes: la secretaria de Relaciones Exteriores en México, Patricia Espinosa; el embajador de México en Washington, Arturo Sarukhán; y la secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Janet Napolitano.
Durante el encuentro se dio pie a la agenda de temas a discutir. Uno de ellos, indudablemente, fue la migración, respecto al cual Obama aseguró poner de su parte en una problemática que por principio de cuentas se daba “porque la gente va en busca de empleo que debería encontrar en su país”, sin embargo, no precisó cómo será esa ayuda pues no planteó ninguna iniciativa para llevar ante el Congreso de los Estados Unidos. Precisó el compromiso de una reforma migratoria (a pesar de que él mismo voto a favor del muro al ser senador) que cumpla con el estado de derecho de su nación, y se limitó a solicitar un diagnóstico de la situación.
No hubo grandes avances migratorios, a pesar de ser uno de los temas más relevantes ya que, según cifras dadas por el Pew Hispanic Center, hay 12.7 millones de inmigrantes mexicanos en territorio estadounidense, es decir, una de cada diez personas nacidas en México se va “para el otro lado” a trabajar.
En cuanto al tráfico de armas, de las cuales más del 90 por ciento provienen de Estados Unidos según datos ofrecidos y aceptados por su presidente, y el narcotráfico se reafirmó la preocupación por frenar la violencia desatada debido al crimen organizado, pues tal como señalan algunos especialistas: México es una de las principales amenazas del gobierno estadounidense al tener, por lo menos, 230 ciudades infectadas con ello.
Por su parte, en México van 5300 muertes por la guerra contra el narco y 1100 sólo en lo que va del año. Es por esto que deriva la demanda del gobierno mexicano de frenar el flujo de armas, y sugerir incluso la prohibición de uso. Al respecto, Barack Obama dijo que ayudará a México a contener el tráfico al juzgar por medio de sus leyes existentes. A lo que Calderón respondió sin mucho ánimo de amabilidad: “ojalá nunca esas armas, que son hoy vendidas en Estados Unidos y usadas en México, no llegue un día en que también se usen contra la sociedad americana o contra sus autoridades”.
Sobre el tema del libre comercio se mencionó la disputa de abrir paso a los camiones mexicanos, aspecto que en teoría quedaría más que aceptado, pues el gobierno de la Casa Blanca promueve el libre funcionamiento del mercado. Sin embargo, al parecer las políticas internas se interponen.
A lo anterior, hay que agregar las diferencias que se dejaron ver entre los mandatarios respecto a la renegociación del Tratado del Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El presidente mexicano expresó que no desea “estropear y empeorar” la situación económica actual al revisar y modificar el tratado. Por su parte, Obama insistió en incluir temas laborales y ambientales.
Finalmente, en cuanto a las posturas del gobierno de las barras y las estrellas con respecto a Cuba, Calderón afirmó que el embargo a La Habana tiene muchísimo tiempo, incluso “antes de que el presidente Barack Obama y yo naciéramos”, y sin embargo, aunque se ha mantenido, ha resultado “poco útil” por lo que espera que eso se tome en cuenta. A lo cual el presidente estadounidense respondió estar a favor de buenas relaciones con los cubanos, por lo que no se debe despreciar o menospreciar el gran paso que dio al permitir viajes de cubanos a su “tierra”.
Comentó que mientras Cuba vaya en el camino en pro de su liberación, entonces estarán más cercanas las relaciones de reconciliación y entendimiento entre las naciones.
Para hacer posible de manera segura la visita del presidente estadounidense a México, fue necesaria la disposición de más de 6 mil efectivos entre agentes de seguridad, militares y policías que resguardaron la zona desde Calzada de Constituyentes hasta la avenida Presidente Masaryk y de la calle Mariano Escobedo a la de Mahatma Gandhi. Únicamente, podían pasar con una identificación las personas que trabajaban o vivían en el lugar.
Mientras la policía de México se encargó de la seguridad externa del presidente de Estados Unidos, el personal del Servicio Secreto de su país lo resguardó de forma interna llevando consigo 2 helicópteros, mil 300 agentes de seguridad y 10 autos blindados como era el caso de “La Bestia”, automóvil con puertas de 20 centímetros de grosor y una placa de 12 centímetros y medio en el piso con el fin de que aguante una explosión.
De forma desglosada, el gobierno utilizó: a la Secretaría de Seguridad Pública capitalina con más de 3 mil policías para que colaboraran con las autoridades militares en la zona; la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal movilizó 300 agentes judiciales; el Estado Mayor Presidencial, institución encargada de toda la seguridad, dispuso de mil 200 efectivos; la Policía Federal Preventiva desplegó mil policías; y el Ejército movilizó cientos de soldados de fuerzas especiales.
Además, el aeropuerto de México suspendió sus operaciones por media hora cada vez que Obama subía a un Air Force One, tanto para llegar a México como para partir de él.
Al finalizar la cena en el Museo de Antropología, Obama fue llevado al hotel Presidente Intercontinental para pasar la noche. Al siguiente día, tomó su avión y partió rumbo a Puerto Príncipe en Trinidad y Tobago para asistir a la Cumbre de las Américas.
Luego de 21 horas de visita de trabajo del presidente Obama en México, la seguridad pública puesta en escena desapareció y los comentarios referentes a las declaraciones dadas por los mandatarios no se dejaron esperar. Por un lado, los panistas aseguraron que fue un éxito; por el otro, los partidos opositores calificaron a los resultados como poco concretos.
También catedráticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reconocieron a la visita como un acto protocolario. De igual forma, Samuel Aguilar, diputado del PRI lamentó que no hubo comentario alguno sobre la construcción del muro fronterizo; y José Manuel del Río Virgen, secretario de la mesa directiva de la Cámara, criticó la actitud de Obama quien se la pasa, según él, dando bonitos discursos y autografiando como si estuviera en campaña.
Tanto Felipe Calderón, presidente de México, como el mandatario estadounidense, Barack Obama, se pronunciaron a favor de la cooperación mutua, del apoyo físico y político en la lucha contra el crimen, y con el firme propósito de seguir adelante en la lucha por tener países mejores, como “buenos vecinos”, en palabras del mandatario de la Casa Blanca, que comparten valores, intereses, desafíos e ideales.
Tal como diría el presidente Calderón: “¡yes, we can!”, única frase en inglés que utilizó e hizo remembranza de la campaña electoral de Obama aludiendo al compromiso de responsabilidad compartida en la batalla contra la delincuencia. Al mismo tiempo, festejó que ambas naciones se desenvuelvan como países “unidos por anhelos y valores”. Acto seguido ofreció a la población mexicana como amiga, socia, vecina y aliada del país norteamericano.
El presidente de los Estados Unidos llegó a México el jueves 16 a las 12:30 horas acompañado de nueve funcionarios, entre ellos: Jim Jones, consejero de Seguridad Nacional; Steven Chu, secretario de Energía; Janet Napolitano, secretaria de Seguridad Interior; Larry Summer, director del Consejo Nacional de Economía; John Brenan, asistente del presidente en Asuntos de Estados Unidos; Jim Messina, subjefe de la Oficina de la Presidencia; Daniel Restrepo, asistente para el Hemisferio Occidental; Jeffrey Davidow, ex embajador en México y director para la Cumbre de las Américas, y Leslie Basset, encargada de negocios de la embajada. Fue recibido en el Hangar Presidencial por el embajador de México en su país, Arturo Sarukhán.
Es pertinente resaltar la ausencia de un embajador de la Casa Blanca en México, situación que ocurrió por primera vez, pues aunque se rumora que será Carlos Pascual, su nombramiento no ha sido ratificado ante el Senado estadounidense. De igual forma, llamó la atención la inasistencia de la esposa del presidente Obama, Michelle, y de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
A su llegada, fue trasladado en helicóptero a Campo Marte en donde abordó una camioneta que lo llevó a Los Pinos, ahí fue recibido con una ceremonia oficial, encabezada por el presidente de México, en la explanada Francisco I. Madero. Posteriormente, ambos mandatarios tuvieron una reunión privada y al término, 15:45 horas, dieron una conferencia de medios en el salón Adolfo López Mateos de la residencia de Los Pinos. Cabe decir, que ya se había dado una conferencia con anterioridad, ésta durante el viaje de Washington hacia México en el avión presidencial, fue ofrecida por Robert Gibss, vocero de la Casa Blanca.
Luego, Obama fue dirigido al hotel Presidente Intercontinental (en donde se hospedó esa noche) para descansar y tener un ajuste de tiempos. De ahí, fue llevado al Museo de Antropología, en donde se ofreció una cena en su honor, a la que arribó a las 19 horas con 50 minutos; 20 minutos antes el presidente Calderón ya le esperaba.
En medio de música jarocha y con la asistencia de 120 personas (10 por mesa), entre ellas los presidentes de la Suprema Corte y de ambas cámaras del congreso, empresarios, líderes parlamentarios, dirigentes sindicales, gobernadores de estados fronterizos y con mayor número de emigración y los ocho presidentes de partido.
Por ello, figuraron personalidades como: Germán Martínez, presidente del Partido Acción Nacional (PAN); Beatriz Paredes, presidenta del Partido Revolucionario Institucional (PRI); el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto; la gobernadora de Zacatecas, Amalia Hernández; el escritor Gabriel García Márquez; el premio Nobel Mario Molina; el empresario Carlos Slim; la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, por mencionar algunos.
Disfrutaron de camarones en pico de gallo, filete en salsa molcajeteada, calabacitas rellenas y de postre barrilitos de higo en salsa de zapote. En la mesa principal se encontraban acompañando a los presidentes: la secretaria de Relaciones Exteriores en México, Patricia Espinosa; el embajador de México en Washington, Arturo Sarukhán; y la secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Janet Napolitano.
Durante el encuentro se dio pie a la agenda de temas a discutir. Uno de ellos, indudablemente, fue la migración, respecto al cual Obama aseguró poner de su parte en una problemática que por principio de cuentas se daba “porque la gente va en busca de empleo que debería encontrar en su país”, sin embargo, no precisó cómo será esa ayuda pues no planteó ninguna iniciativa para llevar ante el Congreso de los Estados Unidos. Precisó el compromiso de una reforma migratoria (a pesar de que él mismo voto a favor del muro al ser senador) que cumpla con el estado de derecho de su nación, y se limitó a solicitar un diagnóstico de la situación.
No hubo grandes avances migratorios, a pesar de ser uno de los temas más relevantes ya que, según cifras dadas por el Pew Hispanic Center, hay 12.7 millones de inmigrantes mexicanos en territorio estadounidense, es decir, una de cada diez personas nacidas en México se va “para el otro lado” a trabajar.
En cuanto al tráfico de armas, de las cuales más del 90 por ciento provienen de Estados Unidos según datos ofrecidos y aceptados por su presidente, y el narcotráfico se reafirmó la preocupación por frenar la violencia desatada debido al crimen organizado, pues tal como señalan algunos especialistas: México es una de las principales amenazas del gobierno estadounidense al tener, por lo menos, 230 ciudades infectadas con ello.
Por su parte, en México van 5300 muertes por la guerra contra el narco y 1100 sólo en lo que va del año. Es por esto que deriva la demanda del gobierno mexicano de frenar el flujo de armas, y sugerir incluso la prohibición de uso. Al respecto, Barack Obama dijo que ayudará a México a contener el tráfico al juzgar por medio de sus leyes existentes. A lo que Calderón respondió sin mucho ánimo de amabilidad: “ojalá nunca esas armas, que son hoy vendidas en Estados Unidos y usadas en México, no llegue un día en que también se usen contra la sociedad americana o contra sus autoridades”.
Sobre el tema del libre comercio se mencionó la disputa de abrir paso a los camiones mexicanos, aspecto que en teoría quedaría más que aceptado, pues el gobierno de la Casa Blanca promueve el libre funcionamiento del mercado. Sin embargo, al parecer las políticas internas se interponen.
A lo anterior, hay que agregar las diferencias que se dejaron ver entre los mandatarios respecto a la renegociación del Tratado del Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El presidente mexicano expresó que no desea “estropear y empeorar” la situación económica actual al revisar y modificar el tratado. Por su parte, Obama insistió en incluir temas laborales y ambientales.
Finalmente, en cuanto a las posturas del gobierno de las barras y las estrellas con respecto a Cuba, Calderón afirmó que el embargo a La Habana tiene muchísimo tiempo, incluso “antes de que el presidente Barack Obama y yo naciéramos”, y sin embargo, aunque se ha mantenido, ha resultado “poco útil” por lo que espera que eso se tome en cuenta. A lo cual el presidente estadounidense respondió estar a favor de buenas relaciones con los cubanos, por lo que no se debe despreciar o menospreciar el gran paso que dio al permitir viajes de cubanos a su “tierra”.
Comentó que mientras Cuba vaya en el camino en pro de su liberación, entonces estarán más cercanas las relaciones de reconciliación y entendimiento entre las naciones.
Para hacer posible de manera segura la visita del presidente estadounidense a México, fue necesaria la disposición de más de 6 mil efectivos entre agentes de seguridad, militares y policías que resguardaron la zona desde Calzada de Constituyentes hasta la avenida Presidente Masaryk y de la calle Mariano Escobedo a la de Mahatma Gandhi. Únicamente, podían pasar con una identificación las personas que trabajaban o vivían en el lugar.
Mientras la policía de México se encargó de la seguridad externa del presidente de Estados Unidos, el personal del Servicio Secreto de su país lo resguardó de forma interna llevando consigo 2 helicópteros, mil 300 agentes de seguridad y 10 autos blindados como era el caso de “La Bestia”, automóvil con puertas de 20 centímetros de grosor y una placa de 12 centímetros y medio en el piso con el fin de que aguante una explosión.
De forma desglosada, el gobierno utilizó: a la Secretaría de Seguridad Pública capitalina con más de 3 mil policías para que colaboraran con las autoridades militares en la zona; la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal movilizó 300 agentes judiciales; el Estado Mayor Presidencial, institución encargada de toda la seguridad, dispuso de mil 200 efectivos; la Policía Federal Preventiva desplegó mil policías; y el Ejército movilizó cientos de soldados de fuerzas especiales.
Además, el aeropuerto de México suspendió sus operaciones por media hora cada vez que Obama subía a un Air Force One, tanto para llegar a México como para partir de él.
Al finalizar la cena en el Museo de Antropología, Obama fue llevado al hotel Presidente Intercontinental para pasar la noche. Al siguiente día, tomó su avión y partió rumbo a Puerto Príncipe en Trinidad y Tobago para asistir a la Cumbre de las Américas.
Luego de 21 horas de visita de trabajo del presidente Obama en México, la seguridad pública puesta en escena desapareció y los comentarios referentes a las declaraciones dadas por los mandatarios no se dejaron esperar. Por un lado, los panistas aseguraron que fue un éxito; por el otro, los partidos opositores calificaron a los resultados como poco concretos.
También catedráticos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reconocieron a la visita como un acto protocolario. De igual forma, Samuel Aguilar, diputado del PRI lamentó que no hubo comentario alguno sobre la construcción del muro fronterizo; y José Manuel del Río Virgen, secretario de la mesa directiva de la Cámara, criticó la actitud de Obama quien se la pasa, según él, dando bonitos discursos y autografiando como si estuviera en campaña.
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