DESPUÉS DE LA CORRECCIÓN, LA CREACIÓN FÍSICA
En toda casa editorial existe el encargado de convertir el manuscrito, entregado por un autor y corregido por el correcto, en libro. Esta persona tendrá como objetivo “proyectar un libro que a la vez sea atractivo y logre transmitir las ideas del autor y el ilustrador de la manera más clara e inteligente posible”[1]. Quien se encarga de realizar dichas actividades es el: diseñador.
Datus Smith plantea en su libro Guía para la publicación de libros que a pesar de que una empresa editorial sea pequeña, siempre se tendrá que cubrir de forma eficiente las funciones y obligaciones de un diseñador como son: “determinar las características del libro… medidas de la página, el tipo y tamaño de la letra y su ubicación en la página, la medida de los márgenes, el espacio entre líneas, la colocación de títulos de capítulos y números de páginas, el plan de ilustraciones y tablas, el tipo de papel en que se ha de imprimir, la clase de encuadernación, el papel o tela que se utilizará en la cubierta y los mil y un detalles que inciden en la apariencia del libro”[2].
Es decir, el diseñador se encargará de determinar cómo será la presentación del libro, con la finalidad de hacerlo un producto atractivo capaz de venderse por sí solo principalmente, “en libros de producción masiva” donde será de suma relevancia que el libro llame la atención de los lectores dentro del estante de una librería.
Será sustancial que todo diseñador considere conocer el propósito del libro (finalidad del autor e intereses de la editorial) y los costos con relación en cada uno de los aspectos del diseño. Además de que la obra sea atractiva, clara y viable desde el punto de vista de impresión.
A grandes rasgos, los aspectos que deben ser considerados por el diseñador y de los cuales será responsable son: el cálculo del tamaño del libro (el cual determinará un porcentaje importante del costo total) que se obtiene “contando el número de caracteres y multiplicando la cifra por el número de cuartillas que consta el manuscrito”[3], para después “con base en tablas ya elaboradas con las cifras correspondientes a los distintos tipos, será posible calcular cuantos caracteres caben en cada página”[4] y por tanto la cantidad de páginas con que contará la obra (sin considerar ilustraciones, portadas, índices y otros).
Otro aspecto es el tipo y tamaño de letra, longitud de línea e interlínea y presentación agradable. Aunado a esto, se debe poner atención y decidir en justificar o no un texto según las necesidades que se tengan.
Un aspecto más se refiere al orden que se dará a las imágenes, cuadros, tablas, notas al pie de página, etcétera, es decir, cómo se dispondrán. De principio este material debe ser aportado por el autor, pero en caso de que éste no lo haga, la editorial se encargará de resolver el problema mas no de pagarlo, el autor es el que cubrirá todos los gastos pagándolo de sus honorarios.
La elección y creación de portadas y forros resulta ser el aspecto más creativo para el diseñador, por tanto la parte más interesante del proceso. Éstas deben ser atractivas, por eso el diseñador tiene la posibilidad de utilizar los materiales que mejor le convengan, siempre y cuando se limite en los costos que la editorial tiene contemplados y se pueda disponer de los materiales.
Es responsabilidad del diseñador “decidir en cuanto a la composición tipográfica, el tipo de impresión, el papel en que se llevará a cabo ésta y la encuadernación”[5]. La tipografía se refiere a la técnica con que serán compuestas las palabras a ser impresas; por otra parte, la impresión y los diversos tipos de ello estará determinado de la tipografía y de si existen imágenes o sólo texto; en el caso del papel se determinará en función de la impresión, pues dependiendo de cómo sea ésta será el tipo de papel, ya que en algunos no queda; finalmente, la encuadernación, que es la decisión respecto a las pastas, dependerá del aspecto económico, el diseñador únicamente se ajustará a lo que la editorial decida al respecto.
En conclusión, el diseñador es el responsable de dar una buena presentación a los libros, de crear una obra maestra que llame la atención de los compradores. “El éxito de un diseñador radica en crear una obra agradable para todos con un presupuesto reducido”; de esta forma, resulta un producto atractivo a la vista y satisfactorio para los bolsillos de los lectores y por supuesto de la editorial responsable.
Cabe destacar que una forma en que las casas editoriales han propiciado a la creación de buenos diseños es a través del reconocimiento de ellos por medio de exhibiciones y premios como: “Los Cincuenta Libros del Año del Instituto Americano de Artes Gráficas de Estados Unidos, Los Libros Mejor Diseñados del Mundo de Leipzig o los premio Noma de Asia para libros infantiles”[6], entre otros.
En toda casa editorial existe el encargado de convertir el manuscrito, entregado por un autor y corregido por el correcto, en libro. Esta persona tendrá como objetivo “proyectar un libro que a la vez sea atractivo y logre transmitir las ideas del autor y el ilustrador de la manera más clara e inteligente posible”[1]. Quien se encarga de realizar dichas actividades es el: diseñador.
Datus Smith plantea en su libro Guía para la publicación de libros que a pesar de que una empresa editorial sea pequeña, siempre se tendrá que cubrir de forma eficiente las funciones y obligaciones de un diseñador como son: “determinar las características del libro… medidas de la página, el tipo y tamaño de la letra y su ubicación en la página, la medida de los márgenes, el espacio entre líneas, la colocación de títulos de capítulos y números de páginas, el plan de ilustraciones y tablas, el tipo de papel en que se ha de imprimir, la clase de encuadernación, el papel o tela que se utilizará en la cubierta y los mil y un detalles que inciden en la apariencia del libro”[2].
Es decir, el diseñador se encargará de determinar cómo será la presentación del libro, con la finalidad de hacerlo un producto atractivo capaz de venderse por sí solo principalmente, “en libros de producción masiva” donde será de suma relevancia que el libro llame la atención de los lectores dentro del estante de una librería.
Será sustancial que todo diseñador considere conocer el propósito del libro (finalidad del autor e intereses de la editorial) y los costos con relación en cada uno de los aspectos del diseño. Además de que la obra sea atractiva, clara y viable desde el punto de vista de impresión.
A grandes rasgos, los aspectos que deben ser considerados por el diseñador y de los cuales será responsable son: el cálculo del tamaño del libro (el cual determinará un porcentaje importante del costo total) que se obtiene “contando el número de caracteres y multiplicando la cifra por el número de cuartillas que consta el manuscrito”[3], para después “con base en tablas ya elaboradas con las cifras correspondientes a los distintos tipos, será posible calcular cuantos caracteres caben en cada página”[4] y por tanto la cantidad de páginas con que contará la obra (sin considerar ilustraciones, portadas, índices y otros).
Otro aspecto es el tipo y tamaño de letra, longitud de línea e interlínea y presentación agradable. Aunado a esto, se debe poner atención y decidir en justificar o no un texto según las necesidades que se tengan.
Un aspecto más se refiere al orden que se dará a las imágenes, cuadros, tablas, notas al pie de página, etcétera, es decir, cómo se dispondrán. De principio este material debe ser aportado por el autor, pero en caso de que éste no lo haga, la editorial se encargará de resolver el problema mas no de pagarlo, el autor es el que cubrirá todos los gastos pagándolo de sus honorarios.
La elección y creación de portadas y forros resulta ser el aspecto más creativo para el diseñador, por tanto la parte más interesante del proceso. Éstas deben ser atractivas, por eso el diseñador tiene la posibilidad de utilizar los materiales que mejor le convengan, siempre y cuando se limite en los costos que la editorial tiene contemplados y se pueda disponer de los materiales.
Es responsabilidad del diseñador “decidir en cuanto a la composición tipográfica, el tipo de impresión, el papel en que se llevará a cabo ésta y la encuadernación”[5]. La tipografía se refiere a la técnica con que serán compuestas las palabras a ser impresas; por otra parte, la impresión y los diversos tipos de ello estará determinado de la tipografía y de si existen imágenes o sólo texto; en el caso del papel se determinará en función de la impresión, pues dependiendo de cómo sea ésta será el tipo de papel, ya que en algunos no queda; finalmente, la encuadernación, que es la decisión respecto a las pastas, dependerá del aspecto económico, el diseñador únicamente se ajustará a lo que la editorial decida al respecto.
En conclusión, el diseñador es el responsable de dar una buena presentación a los libros, de crear una obra maestra que llame la atención de los compradores. “El éxito de un diseñador radica en crear una obra agradable para todos con un presupuesto reducido”; de esta forma, resulta un producto atractivo a la vista y satisfactorio para los bolsillos de los lectores y por supuesto de la editorial responsable.
Cabe destacar que una forma en que las casas editoriales han propiciado a la creación de buenos diseños es a través del reconocimiento de ellos por medio de exhibiciones y premios como: “Los Cincuenta Libros del Año del Instituto Americano de Artes Gráficas de Estados Unidos, Los Libros Mejor Diseñados del Mundo de Leipzig o los premio Noma de Asia para libros infantiles”[6], entre otros.
BIBLIOGRAFÍA:
SMITH Datus C. Jr., Guía para la publicación de libros, México, Edit: Asociación de Editores de Instituciones de Educación Superior de México y Universidad de Guadalajara, 1966, 1ª edición en español 1991, p. 83-94.
[1] SMITH Datus C. Jr., Guía para la publicación de libros, México, 1966, 1ª edición en español 1991, p. 84.
[2] Ibid., p. 83.
[3] Ibid., p. 86
[4] Ibid.
[5] SMITH Datus C. Jr., OP. CIT., p. 91.
[6] Ibid., p. 94.