16 de febrero de 2008

Elogio (innecesario) de los libros. Lectura y Globalización de Carlos Monsiváis

INTRODUCCIÓN


“En conjunto se lee menos… ahora el costo de los libros los aleja con frecuencia… lo inaccesible suele venir del desinterés” menciona Monsiváis en su escrito Elogio (innecesario) de los libros publicado en Número, con motivo del Congreso Nacional de Lectura.

Las líneas anteriores muestran la inconformidad del autor ante la actual problemática sobre el nulo o mal hábito de la lectura en Latinoamérica. Como ya es sabido, cada año hay menos lectores, quizá no en cantidad pero si en calidad, pues lo que leen son cómics, revistas de espectáculos, la sección de deportes en los periódicos, bestseller o libros de autoayuda o superación personal, en realidad nada que persuada a la mente hacia la reflexión, la crítica y formulación de ideas.

Son muchas las causas que alejan a las personas de la lectura. Una de ellas es sin duda la globalización, que entre otras cosas a provocado los monopolios editoriales; “el avasallamiento de las industrias culturales de Norteamérica”-como apunta Monsiváis en el texto refiriéndose justamente a los bestseller y libros de superación personal-; “la unificación a la visión educativa estadounidense”; los altos costos; y el universo de imágenes que día con día hacen la competencia a la escritura.

Aspectos que se puede adjudicar México como propios motivos del mal hábito de la lectura en su población serían: el desinterés de los gobiernos, la desidia en las familias, el uso de nuevas tecnologías por comodidad o flojera y no como una herramienta más de conocimiento, el pésimo gusto por lo sensacionalista y el rumor, el fuerte impacto que representa la televisión como educadora y la ausencia de impulso durante la educación básica.

Es esta última y el desinterés de los gobiernos las que a mi juicio (no así para Monsiváis) más repercuten en la falta de lectura en México. Durante la educación básica no se enseña a tener gusto por la lectura, pues ni lo propios profesores les interesa leer, por lo tanto los textos que se dejan son por obligación y no por motivación.

Se crea entonces un ambiente de aburrimiento y dificultad alrededor de los textos, y no se diga los de poesía, filosofía, historia o política que resultan “cansados” por solicitar una mayor atención y compresión de sus lectores, encaminando al análisis y la reflexión, eliminando la ignorancia y aportando opiniones morales, políticas, científicas y sociales para la creación de nuevas ideas.

No es raro pensar entonces que las “bibliotecas y librerías son lugares hostiles y extraños”, el último sitio que visitar con una amigo, una pareja, la familia e incluso sólo. Y entonces ¿Para cuándo se supone que es la lectura?, ¿Cuál es el tiempo que se le reserva? El tiempo de enfermedad, de traslado en un avión, o aquel que sobra, para cuando no hay algo mejor que hacer.

Y el gobierno ¿acaso no hace nada al respecto? Claro, apoya la lectura aún desconociéndola pues ni los gobernadores leen; dan financiamiento a campañas poco atractivas y olvidadas a los tres meses de iniciar; “ensalzan los libros en ceremonias escolares” mismos que en la mayoría de las veces desconocen; “editan joyas… de la prosa y poesía nativa que se eternizan en las bodegas”; organizan homenajes a grandes escritores con cenas de lujo, sin apoyarlos en la publicación y difusión de sus libros; y por supuesto, padecen de amnesia ante la creación de medidas de protección contra los impuestos a libros y editoriales…

Difícil panorama, y más aún si se toma en cuenta que a quien apoya en realidad es a las empresas televisivas, con las que tiene grandes deudas y convenios que los hacen ceder como fieles mascotas.

Además, a decir verdad, la televisión ha crecido a lado de muchos niños, educándolos en intereses capitalistas, mostrándoles sociedades enemigas, dándoles todo digerido sin tener que mentalizarlo y claro, preparándolos para ser buenos ciudadanos al servicio de su gobierno y sin pasar de ser uno empleado más (si consigue trabajo) de este país.

La lectura en la actualidad no se mide por el conocimiento que otorga sino por el costo que genera. No se valora que gracias a ella se despierta a la mente, hace a las personas más críticas, cultas y reflexivas, otorga amplitud en el lenguaje, seguridad para argumentar y confianza para hablar, imaginación y fantasía, y sobre todo la satisfacción de saber algo más que antes de leer cada página.

FUENTE:

MONSIVÁIS Carlos, Elogio (innecesario) de los libros, http://www.sergioramirez.org.ni/index2.html.


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