13 de agosto de 2009

Reportaje

Santa Cruz Acalpixca: un lugar lleno de riquezas
Karina Moreno Rojas

Desde las cuatro de la mañana algunas mujeres bajan a los lavaderos de Santa Cruz Acalpixca en Xochimilco para tallar su ropa con el agua que únicamente pueden conseguir ahí, pues en sus casas instaladas de manera improvisada sobre cerros, calles arriba, no poseen la suficiente agua para lavar y cocinar.
Santa Cruz Acalpixca es una región que goza de vasta vegetación donde se pudieran dar árboles de diversos frutos como: ciruela, capulín, durazno, higo, aguacate, chile manzano, granada, chabacano, entre otros, sin embargo, debido “al egoísmo y descuido de los habitantes, no es posible tener estos frutos en árboles de la calle o de la zona arqueológica”, declara Josué Beutelspacher ávido periodista que forma parte del Club Primera Plana y conforma, junto con otras tres personas, el Patronato Autónomo de Xochimilco.
Dicho Patronato no tiene una validez oficial ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sino está conformado por un grupo de personas que por interés en la arqueología y la historia prehispánica de México, han protegido las maravillas arqueológicas que Xochimilco posee y pocos conocen y valoran.
Algunas de las calles de ésta región son angostas y empinadas, llenas de charcos, tierra suelta y defecaciones de animales, otras más ya son de pavimento, en el cual los caballos y burros que aún suben y bajan con el mandado o la ropa para lavar resbalan con facilidad.
Hay muchas personas que no cuentan con animales o coche para transportarse y bajar desde el cerro hasta los lavaderos; lugar donde se puede lavar y comprar la comida, pues está lleno de ambulantaje que vende cualquier tipo de artículo; por lo que hacen uso de los taxis piratas que hay en la zona y que únicamente por cinco pesos suben o bajan a quien lo desee.
El grafiti es un mal que padece Santa Cruz Acalpixca, tal como lo deja ver la biblioteca que por lo general está sola; el Museo Arqueológico, cuyas visitas sólo son de estudiantes obligados; y las figuras arqueológicas del área, pintadas al por mayor con aerosoles rojo, verde, azul o blanco.
Aquí, en pleno Distrito Federal y con una vegetación exuberante está un lugar que encierra parte de la historia de nuestro país: que cuenta la fundación y caída de Xochimilco, su comercio y desarrollo científico y cultural y sus relaciones con otros pueblos vecinos.
“Los primeros en llegar al Valle de México fueron los xochimilcas y en 1196 d.C. fundaron Xochimilco”, comenta Beutelspacher mientras señala una piedra con escalinatas marcadas, a manera de pirámide, que significan la fundación xochimilca.
Al subir y continuar el recorrido en la zona arqueológica del lugar, el paso aún es firme y constante y la pesadez por el calor no ha hecho estragos. De pronto un enrejado abierto demuestra que el lugar estaba resguardado, pero ya no, cualquiera puede entrar a observar, para bien del lugar, o destruir, para su desgracia.
Al subir los escalones me encuentro con la piedra mapa que “muestra el relieve, manantiales y arroyos que bajaban en esta zona […] incluso hay figurillas de peces”, menciona el periodista y también profesor egresado de la Normal de Maestros. Pero la falta de educación y el vandalismo alcanzaron a esta piedra de gran valor, a pesar del enrejado que tiene, ya oxidado y viejo, los grafitis aparecen y a lado corcholatas de cervezas anuncian que alguien estuvo allí.
La piedra mapa demuestra el gran conocimiento que poseían los xochimilcas al marcar con tanta precisión su región. Se sabe que tenía dos escuelas: el Calmecac para la aristocracia y el Tepochcalli para el pueblo o macehuales. Dentro de las primeras escuelas para aristócratas existió la de Ciencias de la tierra donde se daba agricultura, navegación, herbolaria, etc.
Se cree que dentro de los alimentos que se les enseñaba a cultivar estaba el maíz, la calabaza, el chile y sobre todo las flores. De igual forma, se enseñaban elementos fluviales, tales como los que se muestran en la piedra mapa, que tuvieron gran importancia pues en Xochimilco estaba la aduana ya que se juntaban los lagos Chalco, Xochimilco con 300 km de canal navegable y Texcoco. Cabe decir que los dos primeros eran de agua dulce y el tercero de agua salada por lo que Nezahualcóyotl mandó separarlos, con ello desaparecieron las constantes inundaciones que sufría cada año la población.
Y mientras la piedra mapa original está pintarrajeada, en el Museo Arqueológico de la zona se exhiben réplicas de la misma.
Al avanzar entre ramas altas que estorban al paso y piedras resbalosas se encuentra la piedra diosa Cuauilama que significa la feminidad, la vieja curandera. Al continuar hay otra piedra cuyos glifos muestran una pirámide y encima de ella una casa, la primera significa la fundación de Xochimilco y la segunda su caída y dominación por parte del imperio Azteca.
Dar un paso más, mantener el peso en los pies y continuar en ascenso se dificulta. La garganta seca, la saliva espesa y blanca denotan la necesidad de un trago de agua, los ojos fruncidos y la frente sudada no engañan a nadie: el calor es fuerte.
Frente a mis ojos tres figuras esculpidas en piedras que, a pesar de la torpeza humana de quitarles el enrejado que las protegía y rayarlas con aerosol rojo, verde y azul, se ven perfectamente talladas y delimitadas. La primera es una mariposa; la segunda, un puma u ocelo de tigre, signo del sur, el cual connota un rugido al tener frente al hocico una figura que generalmente colocaban para significar sonido o palabra; la tercera un cipatli o cocodrilo que es el día primero o símbolo primero del calendario azteca.
“Aquí fue esculpido el calendario azteca, el primero fue hecho en Xochimilco y trasladado por el lago en una trajinera, pero por el peso, cerca de 10 a 12 toneladas, cayó en el fondo de las aguas”, explica el también perteneciente a la Fundación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos A. C. (Fapermex) y aseguró que la segunda ocasión sólo fue trasladada la piedra en bruto y esculpida por los aztecas en sus tierras. Por ello, el calendario original está elaborado con materiales pertenecientes a Xochimilco y además, en la zona arqueológica hay también una piedra tallada con la marca solar que es el centro del calendario azteca, es decir, el quinto sol.
Al seguir con el recorrido se llega a la parte más alta, una planicie donde antes los xochimilcas tenían un observatorio con fines culturales y militares, con templos, aulas y casas. Actualmente, y desde hace 30 años, la gente viene a danzar días cercanos al 21 de marzo, fecha en que entra la primavera, con los brazos extendidos y descalzos, haciendo música con teponaztles y tambores y con vestimentas parecidas a las de sus antepasados con tal de recibir la energía. Beutelspacher argumenta: “entre dos o tres mil personas danzan para obtener paz espiritual, vigor y fuerza […] es una costumbre heredada y existente mucho antes que en Teotihuacán”.
Es momento de descender y retirarme de este lugar que encierra historia y maravillas que hablan por sí mismas. Es una pena saber que gracias al desconocimiento de su gente y la indiferencia del gobierno local y del Instituto Nacional de Antropología e Historia, las figuras esculpidas en piedra se deterioran a la intemperie de la naturaleza y lo que es peor “a la estupidez humana” tal como lo dijo el maestro y periodista. De igual forma las pequeñas figurillas que los pobladores encuentran en sus casas, sin entender el valor histórico y cultural que tienen, las guardan si dar posibilidad a su estudio y exhibición. Bajar y bajar las escaleras un tanto deformes y pelear con las ramas largas y estorbosas que dificultan el camino. Así se llega hasta el enrejado abierto y de ahí, después de caminar cuesta abajo, hasta los lavaderos de Santa Cruz Acalpixca. El bullicio es mayor, es la una y media de la tarde y más mujeres lavan afanosamente la ropa. Subo al carro y arranco dejando atrás una extensa nube de polvo.

Crónica

Libertad y experiencia periodística
Karina Moreno Rojas
Para Josué Beutelspacher la libertad de expresión es lo más valioso que existe: “los periodistas no debe ser censurados, la libertad de expresión es algo que no se debe tocar”, pero también planteó que no debe haber un abuso de esa libertad, es decir, que los medios de comunicación y periodistas den informaciones que no deban darse a conocer: “yo creo que no hay derecho de difundir para la destrucción”, propuso, y explicó al decir que no se debe dar información acerca de somníferos que utilizan secuestradores, ya que otros lo podrían usar, o no decir por medio de qué encontraron a narcotraficantes, porque otros más se cuidarán de no cometer esos errores.
Reprobó el hecho de que el periodismo esté en manos de empresarios, pues ellos desconocen el manejo y la importancia de la información y se interesan por la venta y el prestigio, “el poder está cooptando a los periodistas”, afirmó y aseguró que la relevancia periodística tiene su origen en la conciencia social, “el periodista es un formador social igual que el maestro, y puede ser un transformador”.
Beutelspacher es egresado de la Normal de Maestros, de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de Lengua y Literatura Española de la Normal Superior.
Comenzó a trabajar desde los 17 años para el diario el Látigo de Mazatlán y posteriormente para el Occidental de Guadalajara. Para ellos cubrió todo lo ocurrido en las Islas Marías, de donde lo corrieron las autoridades del lugar tres meses después de haber llegado, por escribir y ser publicada una nota sobre el abasto de mariguana en la isla.
De ahí partió al estado de Veracruz, donde trabajó como maestro y consiguió un lugar como periodista para el diario Dictamen de Poza Rica por medio de una nota acerca del fallecimiento sangriento de un maestro, mismo que “fue asesinado con todo y su burro y toda la carne la juntaron”.
Para 1967 ya era periodista de la revista Tiempo, muy reconocida por ser dirigida por Martín Luis Guzmán; autor de los libros La sombra del caudillo y Memorias de Villa; militar, periodista y literato mexicano considerado, al lado de Mariano Azuela, como pionero en la novela revolucionaria, género novelístico surgido a partir de las experiencias de la Revolución Mexicana de 1910.
“Obtuve el empleo por conseguir y realizar una buena entrevista a María Conesa, bailarina de 1910 quien tuvo una relación íntima con Francisco Villa, personaje con el que Guzmán estaba fascinado”, comentó el periodista y agregó: “ser periodista significa conocer a los personajes del país”.
Con la mirada afligida, los ojos llorosos y la voz quebrada, Beutelspacher relató una de las experiencias más amargas y difíciles que le tocó vivir como periodista: la masacre de 1968 en Tlatelolco. “No me podía ir peor”, explicó, el maestro y periodista, que durante el movimiento los policías lo confundían con estudiantes por lo joven que era, y éstos últimos desconfiaban de él y lo tachaban de prensa vendida.
“Tres veces he estado preso, una de ellas fue por estar cubriendo el mitin del 2 de octubre” -recordó y narró- “estuve a lado de Oriana Fallaci y a dos lugares de Sócrates Lemus”. Justo cuando vio las bengalas estaba en medio de la Plaza de las Tres Culturas, entre decenas de estudiantes.
“Bengalas y todos al suelo, yo creo que no hay nadie que pueda describir eso […] me hice un “odiador” de Echeverría” -y continuó contando- “me tiré al suelo debajo de la plancha, un centenar de muertos, vi al Batallón Olimpia […], enseñé mi credencial de la revista Tiempo que traía el sello de la Secretaría de Gobernación, de Seguridad y Policía y, aún así me llevaron”.
Manifestó que le tocó vivir en carne propia la experiencia de los estudiantes mexicanos: la valla de soldados lo golpearon y subieron en un camión, todos amontonados escucharon como el motor se paró y lanzaron cuerpos al vacío. Continuó avanzando y al poco rato llegaron a un cuarto donde los metieron hasta el 3 de octubre, día en el cual “nos fusilaron –se entrecorta su voz y sus ojos se enrojecen- nos desnudaron y con balas de salva nos fusilaron […], a algunos se nos aflojaron los esfínteres”.
Gracias a un periodista que lo vio, reconoció y dio aviso a la revista Tiempo para la que Beutelspacher trabajaba, es como pudo salir de ese infierno que en palabras de él: “es como una leyenda, todo se cuenta, pero ¿quién tiene las pruebas de lo sucedido?”
Durante el levantamiento de 1971, al estar como presidente Luis Echeverría, “las golpizas fueron un escarmiento, pero no para los estudiantes, para las madres de esos estudiantes”, que llenas de miedo por lo ya ocurrido tres años antes, no dejaban salir a sus hijos a marchas de ningún tipo.
El también profesor, nunca dejó de lado la educación de sus alumnos mientras laboraba como periodista, incluso llegó a ser director en varias escuelas. Después de Tiempo, trabajó en los periódicos El Día y El Nacional. Colaboró para más de 100 revistas que lo contrataron por artículo realizado y creó una: Grandes reportajes, donde disfrazaban a reporteros para vivir la situación que fueran a denunciar, por ejemplo: se vestían de meseros, limosneros, remaban, etc.
Sólo dejó las clases en el momento en que le ofrecieron un puesto en comunicación social como jefe de prensa en la Secretaría del Trabajo. A partir de entonces, y gracias a su pensión como profesor, se dedica a escribir respecto a una de sus más grandes pasiones: la historia y la arqueología, sin menos preciar a la poesía que tantas enseñanzas le ha dejado: “la poesía le da al periodista la descripción, la adjetivación, le permite recrear lo que está viviendo”, comentó.Para este gran personaje multifacético, el periodismo escrito no colapsará “yo no creo que se acabe el periodismo escrito, no para todos […] ya no tiene futuro en todas partes, como es el caso de Estados Unidos donde ya no tienen dinero para las impresiones, pero sí continuará”.