Libertad y experiencia periodística
Karina Moreno Rojas
Karina Moreno Rojas
Para Josué Beutelspacher la libertad de expresión es lo más valioso que existe: “los periodistas no debe ser censurados, la libertad de expresión es algo que no se debe tocar”, pero también planteó que no debe haber un abuso de esa libertad, es decir, que los medios de comunicación y periodistas den informaciones que no deban darse a conocer: “yo creo que no hay derecho de difundir para la destrucción”, propuso, y explicó al decir que no se debe dar información acerca de somníferos que utilizan secuestradores, ya que otros lo podrían usar, o no decir por medio de qué encontraron a narcotraficantes, porque otros más se cuidarán de no cometer esos errores.
Reprobó el hecho de que el periodismo esté en manos de empresarios, pues ellos desconocen el manejo y la importancia de la información y se interesan por la venta y el prestigio, “el poder está cooptando a los periodistas”, afirmó y aseguró que la relevancia periodística tiene su origen en la conciencia social, “el periodista es un formador social igual que el maestro, y puede ser un transformador”.
Beutelspacher es egresado de la Normal de Maestros, de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de Lengua y Literatura Española de la Normal Superior.
Comenzó a trabajar desde los 17 años para el diario el Látigo de Mazatlán y posteriormente para el Occidental de Guadalajara. Para ellos cubrió todo lo ocurrido en las Islas Marías, de donde lo corrieron las autoridades del lugar tres meses después de haber llegado, por escribir y ser publicada una nota sobre el abasto de mariguana en la isla.
De ahí partió al estado de Veracruz, donde trabajó como maestro y consiguió un lugar como periodista para el diario Dictamen de Poza Rica por medio de una nota acerca del fallecimiento sangriento de un maestro, mismo que “fue asesinado con todo y su burro y toda la carne la juntaron”.
Para 1967 ya era periodista de la revista Tiempo, muy reconocida por ser dirigida por Martín Luis Guzmán; autor de los libros La sombra del caudillo y Memorias de Villa; militar, periodista y literato mexicano considerado, al lado de Mariano Azuela, como pionero en la novela revolucionaria, género novelístico surgido a partir de las experiencias de la Revolución Mexicana de 1910.
“Obtuve el empleo por conseguir y realizar una buena entrevista a María Conesa, bailarina de 1910 quien tuvo una relación íntima con Francisco Villa, personaje con el que Guzmán estaba fascinado”, comentó el periodista y agregó: “ser periodista significa conocer a los personajes del país”.
Con la mirada afligida, los ojos llorosos y la voz quebrada, Beutelspacher relató una de las experiencias más amargas y difíciles que le tocó vivir como periodista: la masacre de 1968 en Tlatelolco. “No me podía ir peor”, explicó, el maestro y periodista, que durante el movimiento los policías lo confundían con estudiantes por lo joven que era, y éstos últimos desconfiaban de él y lo tachaban de prensa vendida.
“Tres veces he estado preso, una de ellas fue por estar cubriendo el mitin del 2 de octubre” -recordó y narró- “estuve a lado de Oriana Fallaci y a dos lugares de Sócrates Lemus”. Justo cuando vio las bengalas estaba en medio de la Plaza de las Tres Culturas, entre decenas de estudiantes.
“Bengalas y todos al suelo, yo creo que no hay nadie que pueda describir eso […] me hice un “odiador” de Echeverría” -y continuó contando- “me tiré al suelo debajo de la plancha, un centenar de muertos, vi al Batallón Olimpia […], enseñé mi credencial de la revista Tiempo que traía el sello de la Secretaría de Gobernación, de Seguridad y Policía y, aún así me llevaron”.
Manifestó que le tocó vivir en carne propia la experiencia de los estudiantes mexicanos: la valla de soldados lo golpearon y subieron en un camión, todos amontonados escucharon como el motor se paró y lanzaron cuerpos al vacío. Continuó avanzando y al poco rato llegaron a un cuarto donde los metieron hasta el 3 de octubre, día en el cual “nos fusilaron –se entrecorta su voz y sus ojos se enrojecen- nos desnudaron y con balas de salva nos fusilaron […], a algunos se nos aflojaron los esfínteres”.
Gracias a un periodista que lo vio, reconoció y dio aviso a la revista Tiempo para la que Beutelspacher trabajaba, es como pudo salir de ese infierno que en palabras de él: “es como una leyenda, todo se cuenta, pero ¿quién tiene las pruebas de lo sucedido?”
Durante el levantamiento de 1971, al estar como presidente Luis Echeverría, “las golpizas fueron un escarmiento, pero no para los estudiantes, para las madres de esos estudiantes”, que llenas de miedo por lo ya ocurrido tres años antes, no dejaban salir a sus hijos a marchas de ningún tipo.
El también profesor, nunca dejó de lado la educación de sus alumnos mientras laboraba como periodista, incluso llegó a ser director en varias escuelas. Después de Tiempo, trabajó en los periódicos El Día y El Nacional. Colaboró para más de 100 revistas que lo contrataron por artículo realizado y creó una: Grandes reportajes, donde disfrazaban a reporteros para vivir la situación que fueran a denunciar, por ejemplo: se vestían de meseros, limosneros, remaban, etc.
Sólo dejó las clases en el momento en que le ofrecieron un puesto en comunicación social como jefe de prensa en la Secretaría del Trabajo. A partir de entonces, y gracias a su pensión como profesor, se dedica a escribir respecto a una de sus más grandes pasiones: la historia y la arqueología, sin menos preciar a la poesía que tantas enseñanzas le ha dejado: “la poesía le da al periodista la descripción, la adjetivación, le permite recrear lo que está viviendo”, comentó.Para este gran personaje multifacético, el periodismo escrito no colapsará “yo no creo que se acabe el periodismo escrito, no para todos […] ya no tiene futuro en todas partes, como es el caso de Estados Unidos donde ya no tienen dinero para las impresiones, pero sí continuará”.
Reprobó el hecho de que el periodismo esté en manos de empresarios, pues ellos desconocen el manejo y la importancia de la información y se interesan por la venta y el prestigio, “el poder está cooptando a los periodistas”, afirmó y aseguró que la relevancia periodística tiene su origen en la conciencia social, “el periodista es un formador social igual que el maestro, y puede ser un transformador”.
Beutelspacher es egresado de la Normal de Maestros, de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de Lengua y Literatura Española de la Normal Superior.
Comenzó a trabajar desde los 17 años para el diario el Látigo de Mazatlán y posteriormente para el Occidental de Guadalajara. Para ellos cubrió todo lo ocurrido en las Islas Marías, de donde lo corrieron las autoridades del lugar tres meses después de haber llegado, por escribir y ser publicada una nota sobre el abasto de mariguana en la isla.
De ahí partió al estado de Veracruz, donde trabajó como maestro y consiguió un lugar como periodista para el diario Dictamen de Poza Rica por medio de una nota acerca del fallecimiento sangriento de un maestro, mismo que “fue asesinado con todo y su burro y toda la carne la juntaron”.
Para 1967 ya era periodista de la revista Tiempo, muy reconocida por ser dirigida por Martín Luis Guzmán; autor de los libros La sombra del caudillo y Memorias de Villa; militar, periodista y literato mexicano considerado, al lado de Mariano Azuela, como pionero en la novela revolucionaria, género novelístico surgido a partir de las experiencias de la Revolución Mexicana de 1910.
“Obtuve el empleo por conseguir y realizar una buena entrevista a María Conesa, bailarina de 1910 quien tuvo una relación íntima con Francisco Villa, personaje con el que Guzmán estaba fascinado”, comentó el periodista y agregó: “ser periodista significa conocer a los personajes del país”.
Con la mirada afligida, los ojos llorosos y la voz quebrada, Beutelspacher relató una de las experiencias más amargas y difíciles que le tocó vivir como periodista: la masacre de 1968 en Tlatelolco. “No me podía ir peor”, explicó, el maestro y periodista, que durante el movimiento los policías lo confundían con estudiantes por lo joven que era, y éstos últimos desconfiaban de él y lo tachaban de prensa vendida.
“Tres veces he estado preso, una de ellas fue por estar cubriendo el mitin del 2 de octubre” -recordó y narró- “estuve a lado de Oriana Fallaci y a dos lugares de Sócrates Lemus”. Justo cuando vio las bengalas estaba en medio de la Plaza de las Tres Culturas, entre decenas de estudiantes.
“Bengalas y todos al suelo, yo creo que no hay nadie que pueda describir eso […] me hice un “odiador” de Echeverría” -y continuó contando- “me tiré al suelo debajo de la plancha, un centenar de muertos, vi al Batallón Olimpia […], enseñé mi credencial de la revista Tiempo que traía el sello de la Secretaría de Gobernación, de Seguridad y Policía y, aún así me llevaron”.
Manifestó que le tocó vivir en carne propia la experiencia de los estudiantes mexicanos: la valla de soldados lo golpearon y subieron en un camión, todos amontonados escucharon como el motor se paró y lanzaron cuerpos al vacío. Continuó avanzando y al poco rato llegaron a un cuarto donde los metieron hasta el 3 de octubre, día en el cual “nos fusilaron –se entrecorta su voz y sus ojos se enrojecen- nos desnudaron y con balas de salva nos fusilaron […], a algunos se nos aflojaron los esfínteres”.
Gracias a un periodista que lo vio, reconoció y dio aviso a la revista Tiempo para la que Beutelspacher trabajaba, es como pudo salir de ese infierno que en palabras de él: “es como una leyenda, todo se cuenta, pero ¿quién tiene las pruebas de lo sucedido?”
Durante el levantamiento de 1971, al estar como presidente Luis Echeverría, “las golpizas fueron un escarmiento, pero no para los estudiantes, para las madres de esos estudiantes”, que llenas de miedo por lo ya ocurrido tres años antes, no dejaban salir a sus hijos a marchas de ningún tipo.
El también profesor, nunca dejó de lado la educación de sus alumnos mientras laboraba como periodista, incluso llegó a ser director en varias escuelas. Después de Tiempo, trabajó en los periódicos El Día y El Nacional. Colaboró para más de 100 revistas que lo contrataron por artículo realizado y creó una: Grandes reportajes, donde disfrazaban a reporteros para vivir la situación que fueran a denunciar, por ejemplo: se vestían de meseros, limosneros, remaban, etc.
Sólo dejó las clases en el momento en que le ofrecieron un puesto en comunicación social como jefe de prensa en la Secretaría del Trabajo. A partir de entonces, y gracias a su pensión como profesor, se dedica a escribir respecto a una de sus más grandes pasiones: la historia y la arqueología, sin menos preciar a la poesía que tantas enseñanzas le ha dejado: “la poesía le da al periodista la descripción, la adjetivación, le permite recrear lo que está viviendo”, comentó.Para este gran personaje multifacético, el periodismo escrito no colapsará “yo no creo que se acabe el periodismo escrito, no para todos […] ya no tiene futuro en todas partes, como es el caso de Estados Unidos donde ya no tienen dinero para las impresiones, pero sí continuará”.
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