El departamento
Por Karina Moreno Rojas.
Se escurre por el lavabo, cae pesada, densa y se convierte en un batidillo con el agua que sale a chorros de la llave abierta. La pasta azul con blanco muestra los estragos de quien la apretó como aferrándose a ella, como si sólo ella la pudiera ayudar.
Con Metálica a todo lo que da retumbando en los vidrios hasta casi romperlos no se escuchó la voz necesitada como ahora no se percibe el ruido que produce recoger cosas del baño. En la cocina todo está desarreglado con trastes sucios sobre el fregadero, la estufa y donde quepan; el pan blanco sobre la mesa esperando que alguien lo guarde; el frasco de cajeta sostiene un cuchillo batido y los restos de comida aseguran que una pera fue devorada.
No se cubre el rostro, ya no hay necesidad, ¿y para qué si ya nadie le observa? Quita la música, al parecer Metálica no es de su agrado, en lugar pone a Yuri “detrás de mi ventana…” y después el inconfundible Ricardo Arjona “era las diez de la noche piloteaba mi nave… cuándo, cuándo volverás a ser lo que no fuiste nunca…”.
Camina por el pasillo, se acerca con el cuidado de un niño asustado, pisa delicado con la intención de no ensuciar sus cabellos, baja la mirada y observa que hay polvo en el piso, se molesta ¿Qué sucia es, cómo es posible que deje el polvo acumularse? Saca su cartera de la bolsa trasera de su pantalón negro, busca una credencial para juntar el polvo y recogerlo, pero al sacar una, salen todas, se han caído justo en la mancha roja, ¡que asco!
Tiene cuidado al recogerlas pero aun así se manchan, las toma desesperado y las guarda en su cartera con todo y el líquido… después del rato de tensión, piensa que no es tan importante ese pequeño error, al fin, “llegando a la casa tendré el tiempo de limpiarlas una por una para luego ordenarlas por colores”.
Suena el timbre, ¿acaso esperaba visitas? Y ¿por qué no? era una zorra, ¡una hija de puta no, no, no… ella es la puta, maldita asquerosa por eso te pasan las cosas, si no es de a gratis, nada en la vida es gratis cerda!, pensó irritado. El timbre vuelve a sonar, una, dos, tres, cinco “¡cómo insisten!”. Se irrita, le molesta que le presionen, se jala la cabellera castaña y se queda esperando en medio de la sala como si supiera que un milagro pasaría… pero no pasó.
Son tercas las visitas, una y otra vez tocan el timbre. Eso le molesta, le cansa, lo agobia. Trata de tranquilizarse y se sienta en el sillón en una de las esquinas, jala sus piernas dobladas pegándolas hacia su pecho y sosteniéndolas con las manos, se mece y cual si bloqueara su mente no vuelve a escuchar nada sólo… su propia voz consolándose con una canción que su mamá le cantaba de niño: en el viejo hospital de los muñecos, llegó el pobre Pinocho malherido, un cruel espantapájaros ardido, lo sorprendió dormido y lo atacó, llegó con la nariz hecha pedazos, una pierna en tres partes astillada, una lesión interna y delicada que el médico de guardia le atendió…
¿Cuánto tiempo ha pasado? Ni siquiera él lo sabe, lo que percibe es tranquilidad, todo es silencio y de puro gusto sonríe mientras se dice a sí mismo “vámonos de aquí, las visitas no me agradan; seguro luego de rato regresarán sólo para estresarme. Me voy”.
Regresa al baño, su pie derecho casi choca con el cuerpo que yace boca arriba y con los ojos fijos, “su aspecto es casi patético como patética fue su vida”. Cierra el chorro de la llave pues ante todo hay que proteger el agua dicen que pronto comenzará a escasear. Al momento, la punta puntiaguda de su bota negra golpea con algo, no es el cuerpo lo ha saltado de una sola zancada, fue algo pequeño y delgado, lo suficiente como para entrar debajo del mueble que sostiene el lavabo pero piensa: ya estoy loco, no ha pasado nada, alucino, debo marcharme…
Salta el cuerpo ahora hacia atrás, la mira: sus ojos fijos al techo y su mano derecha hacia arriba mientras la izquierda quedó apachurrada con su propio cuerpo, el cabello alborotado y ensangrentado por el golpe con la taza, el charco rojizo se ve enorme alrededor de ella cargándola como si fuese la suficiente cantidad y profundidad para que flote, es mucha sangre piensa, fue un golpe certero pero detestable, tenía una espalda tan hermosa para ser rasgada de esa manera…
Hace rato que el disco de Arjona ha acabado… lo deja en el tocadisco, no importa podrá comprarse después más, la paga será buena, el esposo no cobrará poco por la herencia y él (el amante perfecto) había elaborado bien su trabajo: ganarse su confianza, manosearla algunas veces, beber en excesos, eyacular dentro de ella y arañar su espalda mientras gemía de placer, preparar el desayuno e irse a casa a esperar indicaciones. El 30% que le correspondería de la herencia como paga a sus servicios bien valían la pena.
Deja la luz del baño, enciende la del pasillo, apaga la de la sala y comedor, encuentra un pedazo de queso blanco sobre la mesa, lo huele, gesticula como en desacuerdo con su olor y aun así lo engulle. Camina unos cuantos pasos, abre la puerta, la vecina de enfrente lo saluda –buenas noches Mario— y él sin prisas, sin sudor y sonriendo le responde –buenas noches señora—. Agacha la cabeza como muestra de respeto, agarra su sombrero se lo pone en la cabeza y lo baja sólo un poco con el dedo índice y el medio.
Su gabardina negra le llega hasta los tobillos. Va diciendo buenas noches a todos lo vecinos que encuentra a su paso mientras baja los tres pisos que lo separan del mundo terrenal y peligroso de la ciudad. Llega a la puerta, la abre, amablemente permite el paso a la anciana del primer departamento que vuelve con leche recién comprada en la tienda. Baja el escalón y deja caer su peso inundando su bota derecha en el charco de la calle; ha llovido.
Dentro del departamento todo es silencio, la soledad más profunda. En el baño, Macaria tendida boca arriba. Y debajo del mueble del lavabo, la credencial de elector de Mario con sus dedos dibujados por la sangre, ahora seca, que tiene.
Por Karina Moreno Rojas.
Se escurre por el lavabo, cae pesada, densa y se convierte en un batidillo con el agua que sale a chorros de la llave abierta. La pasta azul con blanco muestra los estragos de quien la apretó como aferrándose a ella, como si sólo ella la pudiera ayudar.
Con Metálica a todo lo que da retumbando en los vidrios hasta casi romperlos no se escuchó la voz necesitada como ahora no se percibe el ruido que produce recoger cosas del baño. En la cocina todo está desarreglado con trastes sucios sobre el fregadero, la estufa y donde quepan; el pan blanco sobre la mesa esperando que alguien lo guarde; el frasco de cajeta sostiene un cuchillo batido y los restos de comida aseguran que una pera fue devorada.
No se cubre el rostro, ya no hay necesidad, ¿y para qué si ya nadie le observa? Quita la música, al parecer Metálica no es de su agrado, en lugar pone a Yuri “detrás de mi ventana…” y después el inconfundible Ricardo Arjona “era las diez de la noche piloteaba mi nave… cuándo, cuándo volverás a ser lo que no fuiste nunca…”.
Camina por el pasillo, se acerca con el cuidado de un niño asustado, pisa delicado con la intención de no ensuciar sus cabellos, baja la mirada y observa que hay polvo en el piso, se molesta ¿Qué sucia es, cómo es posible que deje el polvo acumularse? Saca su cartera de la bolsa trasera de su pantalón negro, busca una credencial para juntar el polvo y recogerlo, pero al sacar una, salen todas, se han caído justo en la mancha roja, ¡que asco!
Tiene cuidado al recogerlas pero aun así se manchan, las toma desesperado y las guarda en su cartera con todo y el líquido… después del rato de tensión, piensa que no es tan importante ese pequeño error, al fin, “llegando a la casa tendré el tiempo de limpiarlas una por una para luego ordenarlas por colores”.
Suena el timbre, ¿acaso esperaba visitas? Y ¿por qué no? era una zorra, ¡una hija de puta no, no, no… ella es la puta, maldita asquerosa por eso te pasan las cosas, si no es de a gratis, nada en la vida es gratis cerda!, pensó irritado. El timbre vuelve a sonar, una, dos, tres, cinco “¡cómo insisten!”. Se irrita, le molesta que le presionen, se jala la cabellera castaña y se queda esperando en medio de la sala como si supiera que un milagro pasaría… pero no pasó.
Son tercas las visitas, una y otra vez tocan el timbre. Eso le molesta, le cansa, lo agobia. Trata de tranquilizarse y se sienta en el sillón en una de las esquinas, jala sus piernas dobladas pegándolas hacia su pecho y sosteniéndolas con las manos, se mece y cual si bloqueara su mente no vuelve a escuchar nada sólo… su propia voz consolándose con una canción que su mamá le cantaba de niño: en el viejo hospital de los muñecos, llegó el pobre Pinocho malherido, un cruel espantapájaros ardido, lo sorprendió dormido y lo atacó, llegó con la nariz hecha pedazos, una pierna en tres partes astillada, una lesión interna y delicada que el médico de guardia le atendió…
¿Cuánto tiempo ha pasado? Ni siquiera él lo sabe, lo que percibe es tranquilidad, todo es silencio y de puro gusto sonríe mientras se dice a sí mismo “vámonos de aquí, las visitas no me agradan; seguro luego de rato regresarán sólo para estresarme. Me voy”.
Regresa al baño, su pie derecho casi choca con el cuerpo que yace boca arriba y con los ojos fijos, “su aspecto es casi patético como patética fue su vida”. Cierra el chorro de la llave pues ante todo hay que proteger el agua dicen que pronto comenzará a escasear. Al momento, la punta puntiaguda de su bota negra golpea con algo, no es el cuerpo lo ha saltado de una sola zancada, fue algo pequeño y delgado, lo suficiente como para entrar debajo del mueble que sostiene el lavabo pero piensa: ya estoy loco, no ha pasado nada, alucino, debo marcharme…
Salta el cuerpo ahora hacia atrás, la mira: sus ojos fijos al techo y su mano derecha hacia arriba mientras la izquierda quedó apachurrada con su propio cuerpo, el cabello alborotado y ensangrentado por el golpe con la taza, el charco rojizo se ve enorme alrededor de ella cargándola como si fuese la suficiente cantidad y profundidad para que flote, es mucha sangre piensa, fue un golpe certero pero detestable, tenía una espalda tan hermosa para ser rasgada de esa manera…
Hace rato que el disco de Arjona ha acabado… lo deja en el tocadisco, no importa podrá comprarse después más, la paga será buena, el esposo no cobrará poco por la herencia y él (el amante perfecto) había elaborado bien su trabajo: ganarse su confianza, manosearla algunas veces, beber en excesos, eyacular dentro de ella y arañar su espalda mientras gemía de placer, preparar el desayuno e irse a casa a esperar indicaciones. El 30% que le correspondería de la herencia como paga a sus servicios bien valían la pena.
Deja la luz del baño, enciende la del pasillo, apaga la de la sala y comedor, encuentra un pedazo de queso blanco sobre la mesa, lo huele, gesticula como en desacuerdo con su olor y aun así lo engulle. Camina unos cuantos pasos, abre la puerta, la vecina de enfrente lo saluda –buenas noches Mario— y él sin prisas, sin sudor y sonriendo le responde –buenas noches señora—. Agacha la cabeza como muestra de respeto, agarra su sombrero se lo pone en la cabeza y lo baja sólo un poco con el dedo índice y el medio.
Su gabardina negra le llega hasta los tobillos. Va diciendo buenas noches a todos lo vecinos que encuentra a su paso mientras baja los tres pisos que lo separan del mundo terrenal y peligroso de la ciudad. Llega a la puerta, la abre, amablemente permite el paso a la anciana del primer departamento que vuelve con leche recién comprada en la tienda. Baja el escalón y deja caer su peso inundando su bota derecha en el charco de la calle; ha llovido.
Dentro del departamento todo es silencio, la soledad más profunda. En el baño, Macaria tendida boca arriba. Y debajo del mueble del lavabo, la credencial de elector de Mario con sus dedos dibujados por la sangre, ahora seca, que tiene.
2 comentarios:
Hola karinita, pues que tepuedo decir, no soy, áun, critico o algo por el estilo.
Comparto contigo la necesidad de expresar mis ideas a traves de las palabras, me encanta escribir cuentos.
El tuyo,me gusto . Como todo, es perfectible. Algunos verbos mal utilizados (qué paso karinita), establecer el tiempo a amanejar durante todo el escrito.
El final es confuso. quizá se te fue algun punto o una coma. No lo sé.
Espero lo mejores y luego lo compartas con todos los animados usuarios de este mundo on line.
Nos vemos en la Facultad,
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